La hipertensión no solo es una afección cardíaca. También existe la hipertensión pulmonar, una condición en la que se presenta tensión alta en las arterias de los pulmones y el lado derecho del corazón provocando daños severos si no es descubierta y tratada a tiempo.
La afección se produce cuando los vasos sanguíneos de los pulmones se encogen, disminuyendo el flujo de sangre desde y hacia el corazón. Cuando la tensión se acumula, se eleva la tensión arterial en esta área del cuerpo.
En consecuencia, la cavidad derecha del corazón debe esforzarse más para bombear sangre a los pulmones, causando debilidad en el músculo y serios fallos cardíacos. Aún así, esta condición puede desarrollarse durante semanas, meses y años sin presentar síntomas que impidan llevar una vida normal.
Los síntomas más frecuentes de la hipertensión pulmonar son fatiga, desmayos o mareos, presión en el pecho y con el tiempo, hinchazón en los tobillos, piernas y abdomen. Cuando la hipertensión pulmonar no presenta signos se conoce como hipertensión pulmonar idiopática (HPI). Esta última, además, afecta mayormente a mujeres.
Como en otros padecimientos cardiovasculares, la hipertensión pulmonar no tiene una única causa. En varios casos esta es una afección secundaria a anomalías congénitas del corazón, enfermedades autoinmunes que afectan el sistema cardiovascular, insuficiencia cardíaca, apnea del sueño o infección por VIH.
Lamentablemente esta enfermedad no tiene cura. Sin embargo, es posible tratarla para aminorar los síntomas y disminuir el daño causado a los pulmones y el corazón. Dentro de las opciones de tratamiento se encuentran los anticoagulantes, terapia de oxígeno en casa y trasplante de pulmón o corazón en los casos más graves.
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