Ir a clases reduciría el riesgo cardiovascular en la niñez y evitaría el desencadenamiento de enfermedades cardíacas en la adultez. Así lo comprobó una investigación realizada por la Universidad de California y la Universidad de Stanford, ambas en Estados Unidos.
Para dar los resultados y conocer la premisa antes mencionada, el grupo investigativo realizó un experimento natural en el que se evaluaban las políticas de educación obligatoria, en las que se estipula el número de años en que los niños deben asistir a una escuela o centro pedagógico.
Posteriormente, se realizó el análisis de los resultados de dos encuestas nacionales realizadas en Estados Unidos entre 1971 y 2012, allí se identificaron a más de 75.000 personas nacidas desde 1900 a 1950, cuando los estados requerían que los niños asistieran a la escuela entre 0 y 12 años.
El análisis suscitó que más de 75.000 personas entre 1900 y 1950, cuando los estados requerían que los niños asistieran a la escuela entre 0 y 12 años.
Alrededor de un tercio de los participantes del estudio no se graduaron de la escuela secundaria. Mientras que el 34,5 por ciento reportó enfermedades del corazón, los investigadores encontraron que cada año de escolaridad obligatoria adicional hasta la secundaria se asociaba con una reducción del 2,5 por ciento.
Otro de los hallazgos, es que hubo una notable mejora en los factores de riesgo cardiovascular con cada año de escolaridad cursado. Además, este factor estuvo vinculado con la reducción del consumo de tabaco, es decir no fumar; y también, el de la disminución de la depresión.
“Para los clínicos y los sistemas de salud que luchan por abordar las disparidades en las enfermedades cardiacas entre los ricos y los pobres, nuestros hallazgos sugieren que las intervenciones intersectoriales para abordar los factores sociales como la educación son importantes. (…) Como sociedad, deberíamos pensar en invertir en políticas sociales para mejorar la salud general y reducir los costos de atención de salud”, resalta la autora principal de la investigación Rita Hamad, profesora asistente de Medicina Familiar y Comunitaria en el Instituto Philip R. Lee de Estudios de Políticas de Salud.
Los investigadores afirman que la educación es uno de los predictores más fuertes para conocer el riesgo de patologías como colesterol y diabetes. Por esa razón es de suma importancia que se le preste atención a este ámbito.
Algo a tener en cuenta, es que, a mayor educación recibida por el individuo, hubo una asociación con mejor lipoproteína de alta densidad (HDL) o colesterol “bueno”. Los investigadores encontraron que más educación también se asoció con un mayor índice de masa corporal (IMC) y colesterol total.
“En general, las personas con más educación pueden haber reducido la enfermedad cardíaca porque tienen ingresos más altos, lo que les permite pagar mejores alimentos y atención médica. (…) O bien, puede ser que tengan más recursos y, por lo tanto, menos estrés, que se ha relacionado previamente con la enfermedad cardíaca”, apuntó Hamad.
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