No existe hazaña quirúrgica más exitosa que aquella que devuelva la oportunidad de vivir a un ser humano, sobre todo, aquella que le permitió a un infante conocer por fin a sus padres luego de nueve meses luchando por sobrevivir la malformación de un órgano vital: su corazón.
Del histórico éxito en el quirófano fue testigo el cirujano cardiovascular pediátrico, Dr. Daniel Vélez, quien formó parte del equipo médico que logró el trasplante de corazón más joven de la historia de los Estados Unidos y del mundo, en contra todo pronóstico mortal.
Oliver fue el bebé que el año pasado nació prematuro y que se debatía entre la vida y la muerte por nacer con un corazón de un niño de cinco años de edad y el ventrículo izquierdo muy grande, lo que le afectaba el desarrollo de sus pulmones y riñones.
Aunque sin la edad idónea para someterse a una intervención quirúrgica de esta envergadura, fue Vélez el puertorriqueño que tuvo la encomienda de conseguir un corazón compatible con la vida de Oliver.
La gesta de Vélez, graduado de la Escuela de Medicina de la Universidad Central del Caribe (UCC) en el 1995, marcó un nuevo motivo de orgullo tanto para la clase médica del país y para aquellos que en un futuro decidirán optar por esta carrera en cirugía cardiovascular pediátrica, únicamente practicada en la isla por el Dr. Quintana, desde el Centro Cardiovascular de Puerto Rico y el Caribe. El subespecialista también ejerció su práctica en adultos junto al Dr. Iván González Cancel.
Quintana fue principalmente uno de los modelos a seguir del Dr. Vélez durante su formación como subespecialista, antes de este partir hacia el Hospital del Niño en Phoneix en el estado de Arizona, donde lleva su práctica des de hace cinco años.
“Mi pasión siempre fueron los niños. La formación y la ayuda que tuve en Puerto Rico me volvió un cirujano mucho más independiente y ahora mismo hago de todo. Atendemos muchísimos casos al año. Darle la oportunidad de vida un niño es un reto personal, que cada vez tratamos de hacerlo mejor. Cada operación puede ser mejorada de cierta manera para más beneficio del paciente. Verlos crecer es una gran satisfacción también que me llena”, expuso el subespecialista.
“Implantarle este corazón a Oliver fue mágico. Su semblante cambió a uno lleno de vida. Hoy día Oliver está súper bien. Su mamá vive agradecida. Definitivamente esto contribuyó a la práctica de la especialidad, porque hay casos como estos que nos permite expandir más nuestros propios horizontes”, expresó.
Vélez enfatizó que si volvería a estudiar, escogería las aulas de la escuela de medicina puertorriqueña pues la consideró una preparada ante escenarios muy complicados y que, en comparación con otros ambientes clínicos, “aprendemos a hacer de todo, aunque no nos corresponda”.
“Mi mayor satisfacción más grande es poder ver crecer al niño y la felicidad de sus padres. Aún recibo notas de pacientes de Puerto Rico que celebran el aniversario de sus cirugías y eso me llena. La cirugía cardiovascular de Puerto Rico no tiene nada que envidiar. Provee igual o mejor servicio de cuidado como el que dan aquí (Estados Unidos)”, concluyó, quien también ha ejercido su práctica en países de Europa.
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