La neuróloga Alexandra Reynolds con práctica clínica en el Mount Sinai Health System de Nueva York descubrió examinando a pacientes con COVID-19 que la dificultad para respirar en ellos ocasiona que los vasos sanguíneos y los capilares no funcionen correctamente. Esto, causa que los enfermos por coronavirus no absorban el oxígeno tampoco, lo que podría desencadenar múltiples manifestaciones mortales como derrames cerebrales e infartos debido a la coagulación.
Para conocer los resultados antes mencionados, la galena escuchó las burbujas que pasan por el torrente sanguíneo en varios pacientes. Esto, llevó a ella, junto con otros especialistas a preguntarse por qué los pacientes más graves por COVID-19 tenían tantos problemas para respirar, incluso cuando estaban conectados a respiración mecánica.
Después de que el hospital en que trabajaba la neuróloga estuviera inundado de pacientes con el nuevo coronavirus, la médica comenzó a preguntarse por qué los pacientes graves desarrollaban lesiones cerebrales y allí empleó el test eco doppler transcraneal.
El método utiliza ondas sonoras para rastrear el flujo de sangre en el cerebro. Sin embargo, esta técnica era demasiado peligrosa debido a que el personal médico debía permanecer un largo periodo de tiempo junto a los pacientes. Para evitar eso, Reynolds utilizó a la nueva versión robot, un artefacto que se coloca sobre el enfermo y realiza automáticamente el rastreo.
Después de ello, llevó a cabo un rastreo de burbujas, una técnica que no produce dolor y que puede determinar si hay riesgo de derrame y que consiste en inyectar en una vena solución fisiológica que contiene diminutas burbujas de aire. Al circular las microburbujas, los vasos sanguíneos más pequeños en los pulmones sanos —llamados capilares— las filtran y retiran del torrente sanguíneo.
A lo largo de varias noches en las unidades de cuidados intensivos se evaluó a pacientes críticos con este método.
“Era realmente extraño. (…) A veces las burbujas esquivan el filtro al atravesar un defecto cardíaco que es un conocido factor de riesgo de derrame, pero era imposible que todos tuvieran de repente un orificio en el corazón”, dijo Reynolds.
Según la galena, los capilares dañados desvían la sangre oxigenada a otros capilares que están sanos para mantener la absorción de oxígeno. Estas pruebas que se realizan para determinar la función cerebral, observando las pupilas y la inyección de esa solución con microburbujas podrían dar un diagnóstico y un pronóstico de mejoría del paciente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que con el tratamiento se ve que las burbujas son absorbidas correctamente, eso quiere decir que se está restaurando el funcionamiento normal de los vasos sanguíneos, por ende también se ve la mejoría pulmonar.
Los resultados de estos análisis son preliminares y no demuestran que el problema está en los vasos sanguíneos dilatados. Sin embargo, algunas autopsias han vinculado el COVID-19 con capilares pulmonares deformados. En estos momentos se realiza un estudio más amplio para determinar si la medición con burbujas permite saber si el enfermo mejora o se agrava.
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