El consumo de frutas deshidratadas se establece en Mesopotamia, donde hace muchos años ya se consumían las frutas de esta manera en diferentes recetas.
Las frutas deshidratadas se secan de manera natural (al sol), o a través de aparatos secadores. El bajo contenido en agua de estas frutas reduce su tamaño, lo que permite conservarlas durante una mayor cantidad de tiempo. Además, son un aperitivo hipercalórico rico en nutrientes.
Todas las frutas pueden pasar por el proceso de deshidratación, sin embargo las más comunes son:
Las frutas que se secan de manera natural y no tienen aditivos, se denominan “frutas deshidratadas tradicionales” y son prácticamente igual de saludables que la fruta fresca. Otras como las cerezas, los arándanos azules o rojos o las fresas, suelen empaparse en azúcar o derivados antes de su secado y se denominan “frutas secas confitadas o escarchadas”, por su elevado contenido de azúcar son menos saludables.
El consumo regular de frutas secas ayuda a prevenir enfermedades del corazón por su actividad antioxidante y el efecto cardioprotector de algunos de los minerales y vitaminas de las frutas.
El valor nutricional de la fruta se mantiene en la fruta deshidratada e incluso aumenta la concentración de nutrientes y antioxidantes. El elevado contenido de potasio que contienen las frutas deshidratadas, como las ciruelas o las uvas pasas, ayuda a reducir el riesgo de enfermedades del corazón al regular el nivel de tensión arterial.
En un estudio, el consumo de uvas pasas afectó positivamente el metabolismo del colesterol y los marcadores de inflamación, lo que se tradujo en una notable protección contra enfermedades cardiovasculares.
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