En un comunicado sin precedentes en el país, nueve sociedades médicas argentinas se sintieron obligadas a recordar este lunes 3 de enero que la obesidad “es una enfermedad crónica pandémica” y que su reconocimiento como tal “representa una demanda sanitaria”, a la vez que denunciaron el estigma social que sufren los pacientes.
Las entidades firmantes (Sociedad Argentina de Diabetes, Sociedad Argentina de Nutrición, Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad, Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, Sociedad Argentina de Cardiología, Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo, Sociedad Argentina de Medicina, Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial y Federación Argentina de Cardiología) también exhortaron a los proveedores de salud a “mejorar el conocimiento de los recursos disponibles para su manejo y disponer de instalaciones adecuadas para su cuidado”. A fines de 2019 un reclamo similar en España (Stop discriminación, la obesidad también es una enfermedad) había agrupado a tres sociedades médicas de ese país.
“¿Por qué hay que insistir en decir que la obesidad es una enfermedad? Porque es una enfermedad especialmente estigmatizada hasta por los propios médicos, Si un paciente presenta un dolor osteoarticular y tiene obesidad, por ejemplo, se le indica que baje de peso, como si fuera algo que puede hacer, pero nunca se le pide a una persona con fiebre o presión arterial alta que las bajen por propia voluntad. Esto es, persiste el prejuicio de que la obesidad es una enfermedad que se elige, no que se padece”, señaló a Medscape en español la Dra. Susana Gutt, maestra en educación, exjefa de Nutrición del Hospital Italiano de Buenos Aires y coordinadora del comité de obesidad y diabetes de la Sociedad Argentina de Diabetes, y una de las impulsoras de la iniciativa en Argentina.
Muchos financiadores de servicios de salud consideran la obesidad como un factor de riesgo o “afección” y tienden a cubrir solo los tratamientos de las más de 200 enfermedades que se derivan de ella y no el exceso de peso en sí, lamentó la Dra. Marianela Aguirre Ackermann, maestra en diabetes, coordinadora del grupo de obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición y del comité de clínica de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad.
“Inclusive, desde el punto de vista de los pacientes, muchas veces se sienten culpables o responsables, cuando la realidad es que es una enfermedad multicausal, heterogénea y con múltiples factores hormonales, genéticos, psicológicos, conductuales y del entorno”, comentó la Dra. Aguirre a Medscape en español.
De acuerdo con el documento, la obesidad “es una enfermedad crónica, pandémica y multifactorial, que se caracteriza por procesos fisiopatológicos que resultan en aumento de tejido adiposo disfuncional, lo que la asocia con múltiples comorbilidades y con aumento de la mortalidad”.
“Es una enfermedad inflamatoria de bajo grado. La neuroinflamación colabora en la alteración de la regulación del apetito, la saciedad y el balance energético. Además, cuando se disminuye la ingesta calórica, mecanismos de preservación de la energía favorecen el descenso del gasto metabólico y la curva de peso se estabiliza, aún con menos ingesta alimentaria”, destacó la Dra. Gutt.
La especialista añadió que el descubrimiento en 1994 del gen de la leptina o “gen de la obesidad” y la comprensión de la regulación del apetito-saciedad por el eje intestino-cerebro, sumados al hambre hedónica o emocional regulada por el área prefrontal a través de la dopamina, refuerzan la idea de que no alcanza con recomendar: “‘Coma menos’. Los médicos no podemos seguir abordando esta enfermedad como hace 50 años”, sentenció.
Si bien la obesidad se incorporó como enfermedad en 1950 según la Clasificación Internacional de Enfermedades (código E66 de la CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se citan en el texto seis sociedades médicas internacionales que en el curso de los últimos 15 años han definido su carácter de patología, no fue abordada como tal y en la actualidad se ha transformado en una pandemia a nivel mundial, afirmaron las sociedades argentinas.
También señalaron que el sobrepeso y la obesidad se asocian con un aumento de la morbimortalidad y crecientes costos de la salud en países de bajos recursos. “Entre las comorbilidades de la obesidad destacamos enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes de tipo 2, enfermedad metabólica por hígado graso no alcohólico, dislipidemia, apnea obstructiva del sueño, enfermedad renal y enfermedades oncológicas. La mortalidad aumenta proporcionalmente al incremento del índice de masa corporal y el número de comorbilidades de la obesidad”.
La obesidad también es uno de los principales factores de riesgo de formas graves de COVID-19. “Los pacientes no toleran la pronación y lo inflamatorio de la obesidad se suma al de la infección por SARS-CoV-2”, destacó la Dra. Gutt.
La médica nutricionista recordó una figura propuesta por el Dr. Josep Vidal, responsable del grupo de investigación traslacional en diabetes, lípidos y obesidad del Hospital Clínic Barcelona, en Barcelona, España: la obesidad es la raíz de un árbol cuyas ramas son múltiples enfermedades o comorbilidades. Otros afirman que su impacto “va de la cabeza a los pies”, porque todos los órganos del cuerpo se ven afectados.
Abordar de manera efectiva la obesidad requiere romper con fórmulas simplistas, como escribir una dieta restrictiva en un papel, dijo la Dra. Gutt. “No es una enfermedad fácil de manejar y todavía tenemos brechas insatisfechas de tratamientos “, expresó.
La especialista propuso que los médicos aborden la obesidad de sus pacientes con la herramienta 5A, adaptada de los programas de cesación tabáquica por la Canadian Obesity Network (CON): preguntar (ask) si el paciente quiere hablar del tema, evaluar ( a ssess) la condición de salud, las comorbilidades y las posibles causas, recomendar (advise) opciones de tratamiento, acordar (agree) expectativas de descenso de peso y planes terapéuticos y asistir (assist) al paciente a lo largo del proceso.
“Todos los médicos pueden hacer las primeras tres y eventualmente, derivar al especialista para las últimas dos”, aseguró.
En los últimos años crecieron o se consolidaron opciones terapéuticas farmacológicas o intervencionistas, desde fármacos como naltrexona/bupropión, liraglutida o semaglutida hasta balones intragástricos o cirugías bariátricas. “Es importante que el médico de atención primaria consulte con el paciente si está dispuesto a hablar del tema. Y aunque no haya consultado por obesidad, no limitarse a decirle que coma sano o que se mueva más. Los consejos no funcionan como un tratamiento y hoy existen tratamientos seguros y efectivos”, concluyó la Dra. Aguirre.
Fuente consultada aquí.
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