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La exposición a metales tóxicos aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares

Los metales tóxicos como el plomo, cadmio, arsénico, mercurio o cerio se pueden encontrar en los alimentos o en el aire. Foto: ShutterStock.

La exposición al plomo de la gasolina, el cadmio del humo del tabaco, el mercurio del pescado o el arsénico de aguas contaminadas puede provocar estrés oxidativo y promover la aparición de hipertensión, aterosclerosis, trombosis o enfermedad cardiovascular.

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en mundo. Obesidad, sedentarismo, mala alimentación, tabaco o estrés son factores de riesgo conocidos que favorecen este tipo de patologías.

Sin embargo, para una buena prevención cardiovascular se deberían controlar también otros factores que favorecen estas enfermedades porque cualquier incremento del riesgo, por pequeño que sea, puede aumentar la mortalidad por esta causa.

Y uno de esos factores es la exposición a metales tóxicos: plomo, cadmio, arsénico, mercurio o cerio, entre otros. Metales que se pueden encontrar en los alimentos que consumimos o en el aire que respiramos.

En el marco de las Jornadas del Comité Científico de la Sociedad Española de Medicina de Laboratorio (SEQCML), la Dra. Montserrat González Estecha ha explicado las consecuencias que pueden tener para la salud vascular estos metales pesados.

METALES TÓXICOS Y ESTRÉS OXIDATIVO

La exposición continuada a metales tóxicos provoca estrés oxidativo. Y es bien sabido que el estrés oxidativo puede acabar dañando todas las partes de la célula: el ADN, el ARN, las proteínas, los lípidos de la membrana plasmática, los lípidos de la membrana mitocondrial interna y la envoltura nuclear.

La Dra.González Estecha señala que, como consecuencia de ello, disminuye la disponibilidad de óxido nítrico (actúa como vasodilatador favoreciendo la circulación), aumenta la inflamación y la apoptosis (muerte celular), puede haber daño endotelial (el endotelio recubre el interior de los vasos sanguíneos) e impedir su reparación, inhibir la angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos) y aumentar la agregación plaquetaria.

Y todo ello puede promover la aparición de hipertensión, arteriosclerosis, aterosclerosis, trombosis y enfermedad cardiovascular. El problema es que estas patologías no avisan, y cuando lo hacen muchas veces es demasiado tarde.

Pero lo que sí es posible, mediante análisis clínicos de laboratorio, es medir los productos que genera el estrés oxidativo. Y aquí es donde tendrían un papel preventivo clave los análisis clínicos de laboratorio, igual que se miden los niveles de colesterol o glucosa en sangre.

EL PLOMO DE LA GASOLINA

Desde el siglo XX, la población general ha estado muy expuesta al plomo debido al uso de la gasolina.

La Dra. Montserrat González Estecha explica que sus efectos más estudiados sobre el sistema cardiovascular se han centrado principalmente en su asociación con la hipertensión arterial.

Además, el plomo se ha relacionado con la enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular, enfermedad arterial periférica y alteraciones en la función cardiovascular, como hipertrofia del ventrículo izquierdo y alteraciones del ritmo cardiaco.

“También se ha evaluado el riesgo medioambiental y sobre la salud de la exposición al cerio, otro elemento traza altamente contaminante usado como componente de los catalizadores y como aditivo del diésel, apunta la especialista.

EL CADMIO DEL HUMO DEL TABACO

El cadmio, que procede principalmente del humo del tabaco, podría estar implicado en el inicio de la aterosclerosis.

La placa de ateroma puede empezar a formase desde edades tempranas. Cuanto mayor es la placa, más aumenta el riesgo de rotura y/o trombosis (formación de coágulos) que provocaría eventos agudos como el infarto de miocardio. Pero hasta que eso ocurre puede pasar mucho tiempo sin que se produzca ningún síntoma.

EL MERCURIO DEL PESCADO

Atún rojo, pez espada, tiburón, caballa o lucio son algunos de los pescados que contienen más mercurio.

“Aunque la evidencia es débil, en adultos y en algunos estudios con población muy expuesta se ha observado cierta asociación entre el metilmercurio procedente del consumo de pescados contaminados con el infarto de miocardio, las arritmias, la hipertensión arterial, el descenso de la variabilidad de la frecuencia cardíaca y el desarrollo de la placa de ateroma”, señala la Dra. González Estecha.

EL ARSÉNICO DE AGUAS CONTAMINADAS

Según el Instituto Nacional del Cáncer, podemos exponernos al arsénico con el tabaco, al beber agua contaminada o al consumir alimentos preparados con vegetales que fueron regados con agua contaminada (puede ocurrir con algunos tipos de arroz procedentes de Asia, por eso se aconseja lavarlos bien antes de cocinarlos).

Se cree que la exposición al arsénico por agua potable contaminada es más dañina para la salud que la que procede de alimentos contaminados.

En los últimos años se ha sugerido que el arsénico podrían tener un papel importante en el inicio de la ateroscleroris, la hipertensión, la diabetes, la enfermedad arterial coronaria o el ictus.

“Es fundamental seguir regulando y aplicando las medidas necesarias para disminuir esta exposición y actuar sobre el estilo de vida, principalmente a través del ejercicio, la dieta y el abandono del hábito tabáquico”, concluye la doctora.

Fuente consultada aquí.